Es una oscura conjura internacional donde participan renombrados institutos científicos, y aunque con la prudencia el caso, hasta la mismísima Organización Mundial de la Salud.
Pobres los ingleses y estadounidenses que ahora, cuando desayunan diariamente, sufren de miedo cuando degluten la panceta (bacon) con huevos fritos, hongos y tomate asado.
Ni qué decir lo que pasaría con las «picadas» tradicionales en nuestro país, o del universo de «las tapas» en España, si el pánico se extendiera.
Si estas extravagantes teorías se confirman, será más fácil conseguir una estación de servicio en Buenos Aires, que una fiambrería. Y las fábricas de estos productos deberán pensar en exportar su línea de producción al Africa y al Asia central, donde se supone que las noticias tardan más en llegar.
Si esto avanza, sería terrible ver a McDonald´s y a Burger King, despachando hamburguesas de espinaca y zapallito.
A mí me gustan las empanadas. Especialmente las tucumanas, de carne picada a cuchillo. ¡Qué a nadie se le ocurra salir con teorías cancerígenas sobre las empanadas! No solo porque son tan argentinas como el dulce de leche, sino porque aumentarían el nivel de desempleo a niveles nunca vistos en este país.
Una cosa es la comida sana, los vegetarianos -y su expresión extrema, los veganos- y sus estrafalarios métodos de alimentarse. Pero otra muy distinta la versión fundamentalista de los verdes que auspician estas teorías extrañas sobre alimentos que odian.
Es cierto que pretenden tener fundamentos científicos con complicadas investigaciones de institutos y universidades que nadie termina de entender. Pero también hay rigurosos estudios del otro lado. Por ejemplo, el Instituto Tecnológico de Simoca (en Tucumán, precisamente) sostiene que para prolonger la vida es necesario comer al menos seis empanadas diarias, fritas de preferencia.
Ni hablar de las papas fritas. A ver si con el pretexto de que los fritos y el aceite en general aumentan peligrosamente el colesterol, el tradicional «Palacio de las Papas Fritas», pasa a ser «El Emporio de las Ensaladas».
O que cuando amigos y familiares inviten a cenar, sirvan una ensalada de láminas de zanahoria, tallos de broccoli y apio, repollo y otras extravagancias parecidas, con un aliño de pesto a la vinagreta, cilantro y lima.
Todas estas teorías raras sobre cómo estar sano y la sustentabilidad y esas cosas, están produciendo una transformación dramática que traiciona la identidad nacional.