–Mi nombre es Alfredo Blasco, nací en 1932, nativo de Capital Federal, por razones de trabajo (empleado del Ferrocarril), en 1956 fui trasladado a Neuquén, dónde viví por espacio de dos años. Mi primer contacto con Ingeniero White fue el 1º de mayo de 1958, cuando recibí la noticia del traslado. Coincidentemente, en Río Colorado, conocí, a quien actualmente es mi señora, que para entonces vino a vivir a White con sus padres, me casé en diciembre y mi jefe me dio una colonia acá, donde viví hasta el año 1992. Cuando se produjo la venta del ferrocarril, me indemnizaron, me jubilé y para ese entonces tenía el cargo de superintendente de locomotora, se podría decir que fui el último antes de que pase a manos privadas.
— ¿Cómo era vivir en una colonia?
— Había varias, justo al lado mío vivía el jefe de la estación, de apellido De Luca; recuerdo que su señora era muy buena, muy compañera de mi señora aunque era mucho mayor y cuando yo salía a los descarrilos a inspeccionar algún galpón de locomotoras, la esposa de De Luca le hacía compañía, le ayudaba, guardo un muy grato recuerdo de ellos. Recuerdo que cuando me mudé de esa colonia tenía siete habitaciones, de las cuales cerré cinco con llave y las dejé vacías; el comedor era inmenso, tenía la heladera nada más.
— ¿Hasta cuándo estuvo ligado al ferrocarril?
— Y… (piensa) desde el año 1955 en Buenos Aires, en el 56 me fui a Neuquén, en el 58 vine acá, estuve en empalme Lobos dos años porque fui ascendido, volví cuando el nuevo superintendente me preguntó si quería volver, obviamente acepté porque sentía un poco el desarraigo de la familia de mi mujer, yo ya no tenía familia en Buenos Aires, no hacía mucho tiempo que había fallecido mi madre, mi padre murió cuando yo tenía cinco años.
— Bueno pero también estuvo vinculado con otras actividades
— El hecho de vivir acá me abrió muchas alternativas. Los chicos comenzaron la escuela, fui parte de la comisión del Jardín de Infantes que estaba en la Cooperativa Obreros Portuarios que les quedaba a una cuadra y media, pertenecí a la Comisión Cooperadora, después mis hijos empezaron la escuela primaria en la Escuela 116 de calle Avenente, la Nacional que había antes, esa que ahora tiraron abajo, fui presidente de la Cooperadora, pasaron a los Scouts y formé parte de la Comisión, a la cual aún pertenezco, fui tesorero, presidente y últimamente como secretario de la Siempre Verde. A su vez fui presidente durante 15 años de la Biblioteca Mariano Moreno.
— El año 1992 fue un año en el que le ocurrieron muchas cosas
— Claro, mi llegada a la Biblioteca coincide con mi jubilación. Pensaba que iba a ser un paso muy corto el mío por esa institución pero se hizo un poco más largo de lo previsto porque no podía conseguir quién me reemplace. Todo empezó con la intención de poner al día la Biblioteca, la personería jurídica al día y en ese lapso me tocó ampliarla, hicimos el primer piso, el salón de actos que actualmente lo usa el Club de Leones (donde fui tesorero y presidente), que fue nada más y nada menos que el que hizo realidad la Biblioteca Mariano Moreno, encargado en su momento de montar la planta baja.
— También experimentó un crecimiento el Club de Leones
— Claro, porque con la creación del salón para las reuniones, se pudieron albergar distintos cursos.
— ¿Y actualmente?
— Mi idea es irme retirando de todo. Principalmente porque hay que dejarle lugar a la gente joven. Debo reconocer que no es fácil pero hay que hacerlo, primero porque el cuerpo de uno me pide dejar un poquito, tengo 75 años, si bien no tengo problemas de salud y colaboro todavía, el tiempo va dejando su huella.
— ¿Qué significa para usted Ingeniero White?
— A pesar de que no nací acá, estoy en condiciones de decir que es mi ciudad natal, tuve a mi familia acá, conozco a la gente, la gente me conoce, fui viendo crecer a White, vi cómo se fueron asfaltando las calles, estuve en su Centenario, los carnavales, la Fiesta del Langostino.
— Desde afuera da la sensación de que las Instituciones son las que identifican a la población
— Totalmente de acuerdo, El caso de los Bomberos Voluntarios, la Sociedad Italiana, el teatro, en fin, creció mucho White, por lo menos de la época en que yo llegué a la actualidad. Lo que sí veo es que ha cambiado mucho la gente, muchos se han ido a Bahía Blanca, por distintas razones, entre ellas personas que han enviudado; pero también muchos se han quedado y con las empresas ha llegado gente nueva y joven, especialmente los obreros porque los jefes viven en Bahía. White, siempre va a tener su gente y la familia que es de acá y tiene su casa se queda sin dudarlo.
— ¿Usted por qué se quedó?
— Principalmente por mis hijos, a pesar de uno de ellos falleció en un accidente cuando tenía 29 años, los compañeros de mi hija están todos viviendo acá.
— El Puerto, el Polo, son una especie de carta de presentación hacia el resto del mundo
— Por supuesto, cuando hablo con gente que está a muchos kilómetros de distancia y no conoce, siempre digo “vivo en la ciudad de White”, no hago la aclaración de que es parte del partido de Bahía Blanca.
(anécdota)
“Yo cuando vine acá no tenía Colonia porque aún era soltero, lo único que tenía era una moto, con la que me vine desde la Estación hasta Ingeniero White, cargué nafta (porque en el furgón la tenía que tener sin combustible) en la esquina de Corrientes y Brandsen de Bahía Blanca. Resulta que llego acá y no tenía dónde dormir ni comer, entonces preguntando llegué a Micho que tenía dos piezas atrás que le alquilaba a un guarda y otra la tenía vacía, me acuerdo que Doña Atilia fue la que me ubicó en ese lugar. Estuve cerca de siete meses viviendo ahí. Y cuando mi intención era irme a vivir a Bahía, mi jefe casi que me obligó a quedarme porque me necesitaba en White, me puso teléfono interno en mi casa que sonaba a cualquier hora cuando surgía un inconveniente en la línea del ferrocarril”.
Nota: Esta entrevista fue realizada por nuestro amigo y periodista Leandro Carlos, Grecco a comienzos del año 2008 para la publicación gráfica Ingeniero White.com