Haciendo un repaso de su vínculo con la localidad y sus instituciones, Nora Oliveto se acercó a los estudios de La Brújula 24 y formó parte del 219º capítulo de IngenieroWhite.Com, incluyendo vivencias del pasado y también el presente que vive la comunidad portuaria.
«Yo tengo 60 años, pero en mi cabeza sigo teniendo 35. Mi primer recuerdo con White fue cuando me casé, a los 19 años. Yo soy de Adrogué, al sur del Gran Buenos Aires, y llegué a la localidad el 8 de enero de 1976, una vez que me casé con Conrado De Lucía», recordó Nora.
–¿Cómo lo conociste a Conrado?
–Es una historia un poco extraña. Conrado fue a estudiar medicina y era amigo de dos chicas mellizas que vivían al frente de mi casa. Y ellas le propusieron ir a visitarme porque en mi casa había un piano. En el ’73, cuando Conrado volvió para estudiar filosofía, nos pusimos de novios y una vez que terminó la licenciatura nos casamos y nos vinimos para acá.
«Vivíamos en la casa de mis suegros, en Cárrega y Avenente, y a los 6 años nos mudamos a Cárrega 3449, a media cuadra de allí. En White se criaron mis hijos Conrado, Rodolfo y Amalia, quienes fueron a la Escuela 15 y al Colegio Mosconi», completó.
–¿Cómo te fuiste insertando dentro de la comunidad whitense?
–La verdad que cuando llegué me encontré con un lugar muy diferente a lo que estaba acostumbrada, aunque la calidez de la gente fue muy particular. Yo siempre digo que la gente de White es totalmente diferente a la de Bahía. Y encima tuve la suerte que las familias de mi marido, De Lucía y Cappelli, eran muy conocidas y me abrieron sus puertas.
«A los 30 años comencé a trabajar en el Centro de Formación Profesional 401, donde estuve durante 27 años, lo cual me terminó de insertar dentro de las instituciones de White. Soy una persona que le gusta ejecutar, hacer cosas, plantear soluciones e iniciativas», destacó Nora.
–¿Qué te dicen tus familiares de Buenos Aires cuando te visitan en White?
–No les gusta. Mis hermanas dicen que es un lugar feo. Yo les muestro el Museo, el castillo y les cuento que este era un pueblo de inmigrantes que no ha crecido en comparación con lo que podría haber sido. White tiene un potencial que nadie ha desarrollado.
«Por eso, llevo 13 años participando del Panel Comunitario y otros 2 en la Mesa de Proyectos, que son espacios diferentes que proponen las empresas para que compatibilicemos ideas entre todas las instituciones de White. El gran tema de la localidad es el cambio de la población, lo cual hace que el pueblo pierda su identidad. Mis hijos, por ejemplo, viven en Bahía. Tenemos que pensar en mejoras generales para todos y darle paso a nuevas ideas», concluyó.
OTROS TEMAS BIEN WHITENSES
La cocina. «Fue un punto de desarrollo y contacto con mi mamá, y luego, con mi suegra. La cocina requiere un gran actor de amor y una conexión con lo más visceral del ser humano. Yo tengo mi libro con más de 100 recetas y siempre la cocina fue un motivo de orgullo».
El Museo. «Un proyecto hermoso y un lugar en el cual la comunidad se siente interpretada. Es un placer pasar la tarde allí. Yo hasta lo utilicé desde el punto de vista pedagógico para que mis alumnas vendan los productos que cocinaban».
El CFP Nº 401. «Estamos trabajando muy bien y con muchos proyectos por delante. Ahora estamos con la idea de tener un invernadero para aprovechar el terreno que tenemos y darle otra salida laboral a aquellos que asisten a los cursos».