En ese marco, investigadores y funcionarios locales e internacionales dejaron sus conclusiones sobre lo que está pasando y lo que vendrá en la lucha contra el calentamiento global, dentro de una presentación del grupo Think 20, constituido por organizaciones no gubernamentales que ofician como incubadoras de políticas públicas.
Sonó fuerte la palabra del subsecretario ejecutivo de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático, Ovais Sarmad, quien reclamó «liderazgo político» para traducir en hechos el acuerdo de París, que firmaron 195 países en 2015 pero que aún es una promesa a concretar.
«Es un muy buen acuerdo, pero hasta ahora está cajoneado y no se pudo implementar. Definir esas reglas es una tarea importantísima, no hay ninguna cuestión más importante», aseguró el funcionario, quien dijo además que «no hay otro planeta ni plan B», por lo que las medidas para frenar los efectos del calentamiento global deben ser «urgentes». Entre ellas, «modificar la matriz energética de cada país», porque los fenómenos extremos como sequías, inundaciones y tormentas «van a empeorar y sus efectos serán cada vez más importantes».
En la misma línea, la directora nacional de Cambio Climático, Soledad Aguilar, afirmó que «el futuro económico deberá ser bajo en emisiones si queremos seguir existiendo» y destacó como el mejor logro de la presidencia argentina «proponer y lograr que los otros países dieran luz verde al grupo de trabajo especializado. Aceptaron la agenda climática y Japón, próximo presidente del G20, ya dijo que la continuará». Para la funcionaria será «determinante» lo que hagan los países más desarrollados, responsables del 80% de las emisiones y del 85% del PBI mundial.
• Actualidad preocupante
El encuentro «Planeamiento, riesgos y respuestas frente a la emergencia», llevado a cabo en la Universidad de la Defensa Nacional, ofreció una imagen preocupante de la mano del especialista en Climatología, Vicente Barros, uno de los pioneros sobre la problemática del cambio climático en el país. «Estamos en presencia de un efecto importante en la Argentina. No solo debemos adaptarnos al futuro, sino también al presente», alertó.
Barros puso atención especial en las olas de calor ocurridas en diciembre de 2013 y enero de 2014. «Ese fenómeno, que afectó una zona comprendida desde Mendoza a Buenos Ares y de Córdoba a Bahía Blanca, fue el más largo e intenso del que se tenga memoria, con temperaturas por arriba de 40° y mínimas superando los 24°», detalló.
En ese período, «en la ciudad de Buenos Aires hubo 544 muertes por encima del promedio, cuando la fluctuación habitual de un año a otro es, como mucho, de 30 o 40 fallecimientos. Las patologías halladas en el estudio posterior mostraron que estaban claramente asociadas con el exceso de calor. En total habremos tenido entre 3.000 y 4.000 decesos en ese evento».
Otro de los inconvenientes más lamentables son las inundaciones, provocadas por lluvias de una intensidad creciente. «Entre principios de siglo y 1959 había dos o tres tormentas por década que superaban los 100 mm. Desde entonces se produjo un salto importante, con 6 o 7 por década», reseñó. El experto no excluye otros factores, pero apunta al calentamiento global como el principal responsable de estos episodios que «producen daños económicos muy importantes y originan decenas de víctimas fatales. Entre 2007 y 2017 las inundaciones causaron, al menos, 217 muertes», señaló.
Pese al diagnóstico, Barros sostuvo que «en comparación, otras regiones del mundo están mucho peor, las consecuencias en nuestro país no serán tan graves si manejamos una buena adaptación, pero debemos tener un programa adecuado. No vale más planificar el clima futuro como se hacía en el pasado, la meteorología actual está basada en escenarios climáticos y tenemos un vacío importante en esa materia».
Una vez más, la ciencia es el elemento para transformar las cosas: «Somos un país de escala intermedia y podemos hacer nuestros propios estudios, que darán a las autoridades suficiente respaldo para encarar las inversiones enormes que necesita la adaptación. Pero es cierto que los gobiernos a la hora de decidir no pueden tener en cuenta solo el cambio climático, porque tienen que considerar además otros problemas económicos y sociales».
La sugerencia de Patricia Romero Lankao, integrante de la Corporación Universitaria de Investigación Atmosférica de EEUU, fue que los reportes «involucren a los tomadores de decisiones y sean claros para el hombre común, porque los académicos somos expertos en usar un lenguaje rebuscado. Y deben tener en cuenta quién pagará la adaptación, quién se beneficia, quién se perjudica y de dónde se sacará el dinero… todo esto se tiene que considerar».
Los expositores coincidieron en que las energías renovables serán una de las claves para frenar las previsibles consecuencias del cambio climático. Sarmad, de la ONU, resaltó los «precios estables» del sector y destacó que las empresas están girando sus políticas «desde los combustibles fósiles hacia las ‘verdes'». A su turno, Aguilar explicó que a esta altura «las renovables ya no necesitan que las promuevan, sino que no las frenen».
La funcionaria de Medio Ambiente no pasó por alto la deuda que existe en materia de infraestructura y recordó que los parques solares jujeños Cauchari I, II y III, una de las apuestas fotovoltaicas más grandes de la región (con una inversión de unos u$s 400 millones y generación eléctrica de 300 MW) debieron demorar su puesta en funcionamiento por un detalle decisivo: la Puna no posee líneas de transmisión en alta tensión vinculadas al Sistema Argentino de Interconexión. Como volcar la electricidad a las líneas más cercanas podría causar una saturación, se decidió sobre la marcha construir una estación transformadora, lo que demandará más tiempo y dinero. Una instantánea de las dificultades básicas que deberemos superar para desarrollar las energías limpias.
En esa dirección, el Gobierno confirmó que prepara licitaciones vía PPP (Participación Público Privada) de nuevas líneas de alta tensión, para apuntalar el crecente aporte de las renovables (para 2025 representarían el 20% de la generación eléctrica). Además de nuevas centrales en el Noroeste y Cuyo, contemplaría la entrada en funciones de complejos eólicos e hidroeléctricos en la Patagonia.
Fuente: Ambito