Recopilando experiencias del pasado y trasladando esas vivencias al presente, el arquitecto Reynaldo Merlino, quien durante más de 25 años estuvo vinculado a los museos de nuestra localidad, protagonizó la nota de cabecera para la 154ª entrega de IngenieroWhite.Com, en La Brújula 24.
«Si bien hace 2 años ya que me alejé, tengo mis propias luces. En su momento, me tocó dejar el Museo del Puerto y ahora alejarme por completo, luego un trabajo sostenido desde 1987 hasta 2015», indicó.
«FerroWhite particularmente fue un proyecto interesante por el modo de trabajar la historia, su emplazamiento, la Rambla de Arrieta, el Castillo, la Casa del Espía. Es un lugar que con un poco más de apoyo podría convertirse en algo más grande, aunque de todos modos se ha ganado su reconocimiento a nivel nacional», destacó Merlino.
–¿Cómo empezó la gestación de ese proyecto?
–La experiencia comenzó en el ’87, cuando en ese momento Isabel Barros, quien estaba como subsecretaria de Cultura, impulsó el motor de todo lo que pasó después. Hoy en día, la tecnología tiene todas las virtudes del mundo y, al mismo tiempo, te niega el mundo. Si bien la gente se acerca y comenta, teniendo en cuenta la capacidad del lugar faltarían más visitas.
«El trabajo en el museo siguió el concepto de integrar los saberes de todos lados, tanto los académicos como los del pueblo. Y ahí me atrevo a decir que hubo aportes fuertes como el caso de Pedro Caballero, quien hablaba desde la emoción y tenía una llegada muy directa a los chicos y adolescentes», puntualizó Reynaldo.
–¿El principal rasgo de FerroWhite es ese perfil interdisciplinario?
–Claro. No trabajar el museo desde un sentido tradicional adorando distintos objetos, sino aprovechando los saberes de los trabajadores. Los objetos por sí solos pueden adornar un fogón, pero contados con la voz del pueblo es otra historia. No es habitual el modo de trabajar la historia a partir de su relación con el presente; de ahí las experiencias interesantes que han surgido.
–¿El White de aquellos tiempos es muy distinto al de ahora?
–El White que recordaban los personajes, como Atilio Aversano o Miglianelli, me atrevería a decir que ya no existe. White es un espacio geográfico con una tensión terrible, generada por lo que implica el puerto, el polo y sus habitantes que circulan todo el tiempo. Es un sitio interesante para trabajar porque no se queda tranquilo nunca y permanentemente pone sobre la mesa los problemas cotidianos.
–¿Le quedó alguna cuenta pendiente por llevar a cabo?
–FerroWhite todavía tiene sin resolver el tema de la ex-usina. Se han hechos muchas cosas, pero no del todo definitivas; hay mucho por hacer. Es un espacio que necesita el apoyo de los capitales que se mueven ahí cerca para convertirlo en un polo cultural.
«Personalmente, estoy trabajando en un galpón enciclopédico en Bella Vista y ahora voy poco a White, casi nada. Tengo que admitir que luego de ver al trabajo formarse desde cero, me perturba un poco escuchar opiniones diferentes. Construir la esencia de ese espacio fue algo maravilloso», cerró.