En 2014 supimos que había un grupo en Buenos Aires llamado “Expediciones a Puerto Piojo”. ¿Cómo? ¿No estaba sólo el “Puerto Piojo” de Ing. White? ¿Qué lugar exploraba ese colectivo cuando iba al encuentro de un “Puerto Piojo” hermano en la ribera del Río de la Plata?
Supimos que estaba en busca de un antiguo balneario popular en la desembocadura del Riachuelo, el cual algunas personas de La Boca, Isla Maciel y Dock Sud recordaban haber disfrutado hasta su cierre en 1976. Esa zona es actualmente de acceso restringido, pero el grupo de “Expediciones…” pudo encontrar, volver a nombrarla y a pensarla como una playa después de décadas de olvido.
Para seguir actualizando ese espacio, que dice mucho sobre la relación presente de la ciudad con el río, desde entonces proponen recorridos por el lugar, muestras, actividades y redes con otros espacios ribereños. Estas actividades incluyeron intercambios con el Museo del Puerto: en 2017 una de sus exploraciones consistió en conocer nuestro “Puerto Piojo” de Ing. White.
El sábado pasado pudimos devolver esa visita. Fuimos finalmente a conocer el “Puerto Piojo” de Dock Sud. Ahí mismo grabamos para nuestro Archivo Oral a Estela Barba, una vecina que creció en La Boca y nos contó sobre sus días de verano pasados hasta los 12 años en esa costa; pueden escucharla acá. Con los pies en las ondas de la marea, supimos que su familia ya usaba el lugar en la década del `30 y que esa experiencia se cortó en la última dictadura militar, cuando el arroyo Maciel se rellenó como parte de la construcción de la autopista Buenos Aires-La Plata.
La charla con Estela estuvo alimentada por materiales de la misma playa: ver remolcadores y cargueros en el horizonte, prestar atención al silencio con pajaritos, proyectar la sombra toda entera estirada en el piso al atardecer. Cuando le preguntamos qué es “Puerto Piojo” para ella, si parte de su experiencia de la ciudad o una experiencia fuera de ella, dijo: “Es un secreto”. Un recuerdo que estuvo a punto de borrar, si hasta pensó que lo había inventado ella misma. Fue recién con estas expediciones que volvió a parecerle realidad.
Las idas y vueltas de un Puerto Piojo a otro van a seguir, porque todavía es inquietante preguntar: ¿cuáles son los otros “Puertos Piojo” del mundo? ¿Quiénes son esos “piojos” que les dan nombre? ¿También guardarán memorias que pasan de boca en boca y un día, si se dejan de nombrar, se borran en el agua?