Con la participación destacada de Tino Diez, en la segunda puesta en escena del ciclo «Historias Atinadas», el capítulo 881 de IngenieroWhite.Com, emitido por La Brújula 24, repasó los primeros pasos y los orígenes de uno de los centros de atracción del pasado de la localidad: las cantinas.
En un primer lugar, Tino recordó «la cantina que no fue», a partir de una experiencia trunca protagonizada por Luis Carbonara.
«A Luis le empezó a dar vueltas la necesidad de que White tenga una cantina. Incluso, tenía visto el salón y la forma de arrancar. El Petiso Fontán iba a encargarse de las mesas y las sillas, había visto cómo comprar las vajillas y todo lo que necesitaba. Hasta había viajado a La Boca a asesorarse con Aldo Camagni, que tenía las cantinas La Rossina y Soto il Ponte», explicó Tino.
Sin embargo, distintas cuestiones de financiamiento, explicadas en el audio que adjuntamos al pie de esta nota, pusieron fin a ese primer intento gastronómico whitense.
«La primera cantina fue Miguelito», continuó nuestro historiador.
En su relato, Tino contó la historia de Miguel Cursio y la manera en la cual su kiosco pasó a ser un lugar de encuentro para toda la gente de abordo que llegaba al puerto. La perlita, claro, eran los moluscos con ajo y perejil preparados por su madre.
«Primero le dio de comer a unos nipones, y al otro día se le llenó de gente porque se empezó a correr la bola. No alcanzaban las sillas y las mesas. Así nació Miguelito, El Rey del Chupín», destacó en el cierre de esta primera etapa de la historia de las cantinas whitenses.