El grupo Bilderberg, generalmente considerado una de las organizaciones secretas que supuestamente dirigen el mundo, se reĆŗne a partir de maƱana en un discreto hotel ubicado en las montaƱas austrĆacas para analizar una agenda de 12 puntos que resume los desafĆos del futuro.
Desde su creación, en 1954, ese foro informal arrastra la reputación de ser el Ā«club secreto que elige a los lĆderes mundialesĀ». Una de las tantas leyendas atribuidas a esa organización asegura que ningĆŗn dirigente norteamericano puede ingresar a la Casa Blanca si no asistió antes a una reunión del grupo Bilderberg. La tradición, en todo caso, se perpetĆŗa desde la Ć©poca de John F. Kennedy y, por Ćŗltima vez, se repitió con James Carter, Bill Clinton y Barack Obama, que acudió a la reunión de junio de 2008, en Virginia. Hillary Clinton, candidata demócrata para 2016, estuvo presente el mismo aƱo.
Lo mismo ocurre con los otros grandes paĆses. Margaret Thatcher participó en 1975 y cinco aƱos mĆ”s tarde se instalaba en el nĆŗmero 10 de Downing Street.
A pocos meses de las elecciones legislativas de EspaƱa, la presencia de Pedro SĆ”nchez, lĆder del PSOE, dio origen este aƱo a numerosas conjeturas, al igual que la ausencia de figuras importantes del Partido Popular (PP), de Mariano Rajoy.
Esa concentración de figuras de primer nivel colocó a la policĆa austrĆaca y los comandos especiales antiterroristas en estado de alerta roja. Las fuerzas especiales crearon un perĆmetro de seguridad de ocho kilómetros en torno del hotel Interalpen, ubicado en una zona boscosa de los Alpes a 1300 metros de altitud, cerca de Innsbruck, donde se alojarĆ”n los participantes y se realizarĆ” la reunión. El mayor general Robert Strondl, jefe del Departamento de Operaciones del Ministerio del Interior, tambiĆ©n prohibió el sobrevuelo de la zona.
Ese inusual dispositivo muestra el carĆ”cter extremadamente sensible de ese cónclave. El misterio que rodea al grupo es alimentado, en parte, por el silencio que existe sobre sus actividades y por la calidad de los participantes que asisten a sus conferencias anuales. La lista de este aƱo incluye dos soberanas (Letizia de EspaƱa y la ex reina Beatriz de Holanda), 11 personalidades de primer nivel mundial, unos 40 ministros y polĆticos, y mĆ”s de 30 banqueros y empresarios.
El club deliberó por primera vez en el hotel Bilderberg, de Oosterbeek (Holanda). De ahà provienen su nombre y su tradición: sus reuniones anuales se realizan únicamente en hoteles. Sus actividades se financian con aportes de decenas de mecenas, entre ellos Bill Gates, George Soros y otros millonarios, y de grandes empresas, como ABB, Electrolux y Unilever.
Desde su creación, el prĆncipe Bernardo de Holanda ejerció la presidencia, cargo que ocupó hasta su muerte, en 2004. En mĆ”s de 60 aƱos de existencia, el club fue definiendo un modus operandi que con el tiempo se transformó en el Ā«reglamentoĀ» no escrito de la organización. Las conferencias deben realizarse alternativamente en Europa o AmĆ©rica del Norte. Nunca puede haber un solo representante por paĆs y siempre deben acudir un representante de la corona holandesa, el secretario general de la OTAN y los lĆderes de grandes instituciones polĆticas y financieras.
Entre las numerosas leyendas que rodean sus actividades se le atribuyen la creación del euro, el modelo de transición en EspaƱa, la reunificación alemana y hasta la actual crisis económica como parte de un plan destinado a justificar la creación de un gobierno mundial. La Ćŗltima versión complotista fue escrita por la periodista espaƱola Cristina MartĆn JimĆ©nez en su libro Los planes del Club Bilderberg para EspaƱa, donde afirma que la abdicación de Juan Carlos fue decidida en la reunión del grupo realizada el 1° de junio de 2014 en el hotel Marriot de Copenhague.
La agenda de este aƱo prevĆ© un anĆ”lisis de la recuperación económica tras la crisis, la justificación de la privacidad, el impacto de la tecnologĆa sobre el empleo, el porvenir de Europa, la nueva arquitectura de Medio Oriente, la situación de China y Ucrania y el Ā«futuro de la democracia y el dilema de la clase mediaĀ».
Fuente: La Nación.