“Mamá, ahora te toca a vos”, le dijeron en 2021 sus hijas ya recibidas a Graciela Rojas. Tenía 51 años, siete trabajando como auxiliar en un jardín de infantes y una vida brindada a su familia.
“Me casé muy joven, dejé todo en Jujuy, vine a Punta Alta y me dediqué siempre a los chicos. Me enorgullezco que ellos hayan estudiado. Un día, mis hijas me compraron un kit de estudiante, me crearon una casilla de mail y me alentaron a inscribirme. Y cuando me quise dar cuenta, estaba en la Uni. ¡Yo en la Universidad, imaginate!
Divorciada y abuela de seis nietos, hace 11 años que es portera en un jardín de infantes rosaleño. Le gustaría dedicarse a los niños y a los ancianos, en su nueva profesión: Técnica Universitaria en Acompañamiento Terapéutico.

“No podría haber logrado este título sin la ayuda de mis hijos. Ellos me acompañaron. Estudiar fue lo mejor que pude haber hecho, conocí gente maravillosa. Amplié mi vínculo social, coseché amistades increíbles”, resume Graciela.
Sus hijos son Luis López, tiene 36 años y es técnico en Seguridad e Higiene (en un instituto terciario); Andrea (32) se recibió de médica en la UNS; María José (30) es profesora de biología de un instituto terciario; Laura y Karina -que son mellizas y tienen 29 años- que se graduaron en la UNS una como bioquímica y la otra como técnica universitaria en Acompañamiento Terapéutico; Belén (24) que estudia Veterinaria en la Universidad Nacional de La Plata y Luz, de 13 años, que cursa en la técnica en Punta Alta.
“Si no fuera por la educación pública, ninguno de mi familia sería profesional. Estamos profundamente agradecidos de haber tenido esa posibilidad. Mi papá también estudia ahora la licenciatura en Seguridad pública en la UNS”, dijo Laura.
Sobre el reciente título materno, Laura mencionó: “Estamos muy orgullosos de mamá y celebramos este logro como propio, porque ella siempre estuvo presente para acompañar los nuestros. Nos apoyó en cada paso que dimos. Hasta que tuvo su lugar. Mi mamá y mi papá nos enseñaron con el ejemplo que la educación es un valor profundo y que cada uno tiene su tiempo.
“Ella estudió una carrera que complementa su forma de ser: empática, sensible, servicial, siempre dispuesta a escuchar y a estar para el otro. Lo suyo fue vocación desde siempre, y la universidad le dio la oportunidad de formarse como profesional.
“Somos el reflejo de lo que es y de todo lo que sembró en nosotros, y que al día de hoy nos sigue enseñando al buscar formas de superarse, con este diploma lo demostró. Damos gracias a Dios por su vida. Solo le dimos un empujón, porque la carrera estaba en su esencia”, cerró Laura.
