El viernes 7 de marzo, alrededor de doscientos cuarenta vecinos pasaron la noche en este lugar. La inundación los había traído hasta acá. A veces no queremos ni acordarnos y, sin embargo, todo lo hecho en el taller Prende a partir de entonces podría entenderse como el intento de convertir la vivencia de aquellas horas difíciles en una memoria compartida, una memoria en acto, y a esa memoria en un insumo para, de a poco, volver a ponernos de pie.
Por eso aprendimos a trabajar con el barro, a modelar en arcilla, a hornearla en una lata, a saludar a la tierra en mapudungún. Por eso preparamos almácigos, cortamos esquejes, sembramos, plantamos, repicamos. Por eso trazamos moldes, cortamos tela, cosimos polleras, imprimimos señaladores, serigrafiamos bolsas, pañuelos y remeras. Por eso amasamos pizzas, maceramos ungüentos, cocinamos tortas y servimos chiquicientas tazas de leche. Por eso salimos a dibujar garzas en vuelo y castillos en el aire. Por eso fabricamos arbolitos de Navidad y trenes de lata. Porque el Prende es nuestra casa común. Ese lugar en el que buscamos refugio.
Ah, y además, en medio de semejante baile, cumplimos diez años. El aniversario nos encontró mano a mano y codo a codo con organizaciones sin las que resultaría imposible encarar la labor. Al Instituto Cultural de Bahía Blanca y su área de Cultura Comunitaria, al Centro de Salud Leonor Cappelli, al programa Huertas de la Ciudad, la Biblioteca Popular Mariano Moreno, el Museo del Puerto, la Orquesta Escuela, el PEC -Punto de Encuentro Comunitario- de White, el CIC -Centro de Integración Comunitaria- de Spurr, las seis sedes del programa Envión, la Cooperativa de Trabajo La Primera y el Programa Reverdecer, nuestro agradecimiento por ser trama y sostén.
¡Salud y feliz 2026!





