Al final, lo logramos una vez más.
Prendimos el arbolito.
Y no fue solo una ceremonia: fue un abrazo colectivo, un recordatorio de quiénes somos cuando estamos juntos.
Este árbol no es sólo luces.
Es la historia de un barrio que resiste, que se levanta después de cada golpe, que vuelve a intentarlo aunque el viento y el agua hayan querido torcerle el rumbo.
Cada nudo, cada cuerda y cada mano que ayudó, hablan de nosotros: de la fuerza, la ternura y el orgullo de ser parte de Ingeniero White.
Anoche no se encendieron sólo las luces.
Se encendió la esperanza.
Se encendió la memoria.
Se encendió el sentido de pertenencia que nos hace comunidad.
Gracias a todos los que estuvieron, a los que ayudaron, a los que alentaron y a los que vibraron cuando el árbol se iluminó.
Porque cuando el arbolito brilla… brilla toda la localidad.
Somos White. Somos comunidad. Somos luz.





