A medida que vivimos vamos tomando conocimientos tĆ©cnicos y humanos, conviviendo con personas muy buenas y de las otras. Estas Ćŗltimas, como se decĆa hace un tiempo, es mejor perderlas que encontrarlas. En mi caso como una autodefensa, decido y consigo olvidarlos. Pero, no de las personas, sino de sus malas acciones. Registro que fallaron alguna vez, pero no recuerdo en quĆ©.
AsĆ como no tengo archivos en la sesera de los malos, se acumulan en mi memoria aquellas cosas que hicieron grandes personas, que pasaron por estos lares guaitenses.
Alguien que con su bondad y entrega a la sociedad y a su pueblo, parece haber sido olvidado injustamente.Ā Mi personaje de esta nota es Roberto Septimio Martellini, integrante del clan Martellini Hnos, que en su juventud fue punterito de los mejores equipos de la primera de fĆŗtbol comercialina.
Roberto sufrió las inclemencias de los inviernos en los vestuarios de Comercial, sabĆa de las desigualdades sociales y trató desde su lugar, en cada momento, de llevar paliativos para atenuar el impacto de esos males.
Esa bondad fue abordada por los aprovechadores de siempre que con pretextos de males reales o inventados, trataban, y generalmente lo conseguĆan, de sacar beneficios personales. Lo sabĆan de mano generosa, billetera abordable y alguna vez tambiĆ©n llegaban a la chequera de Roberto.
AsĆ se sucedĆan los pedidos de garantĆas de crĆ©ditos personales, que no se si eran pagados por el solicitante. Cartas recomendación para el āneneā, que quiere entrar en YPF, en el ferrocarril, la Junta Nacional de Granos, o quien sabe que fĆ”brica, comercio o banco.
Estas inocentes ayudas le trajeron un sinnĆŗmero de problemas comerciales y personales, que le hacĆan estallar: āNo le firmo ni recomiendo a nadie mĆ”sā. Pero ese mismo dĆa llegaba al escritorio, para pedirle al contador completar una nueva solicitud, otra carta presentación, y como disculpĆ”ndose: āEste es un buen muchacho que necesita una manoā
En determinado momento, lleguĆ© a colaborar con Roberto precisamente en el escritorio, donde con el seƱor mayor que hacĆa aƱos lo acompaƱaba decidimos, en la medida de lo posible, detener ese aluvión de mangazos y otras yerbas. Como generalmente venĆa con el interesado, de la recomendación o la garantĆa, comenzamos a pararlas, dado que ante la inminente transformación de la sociedad, no se podrĆan otorgar avales ni co-deudas, hasta no estar concretada definitivamente la constitución de la SRL.
Pero nos quedaban las comprometedoras recomendaciones. Se nos ocurrió hacer un adornar con palabras rimbombantes las supuestas virtudes del interesado. Varias veces Roberto, me decĆa, algo molesto, al firmar las cartas: āChĆ©, pero esto es un versoā¦!
Era cierto Daba escozor la lectura de la ācarta recomendaciónā y alguna vez que alguien quiso insinuar una protesta, le contestĆ”bamos, āson nuestros modelos de nota de ese tipoā.
Roberto era asĆ, cuando visitaba a un amigo enfermo, seguramente dejaba como al descuido algĆŗn billete olvidado, cuando no salĆa con su Falcón a comprar directamente los remedios o lo que carecieran en ese momento.
Alguna vez, protestaba, pero creo que lo hacĆa al sentirse descubierto, de su nueva acción de mano abierta.
Yo lo recuerdo, cuando, nos enteramos que se iba un amigo, muy enfermo internado en el Hospital Ferroviario, llorar de impotencia masticando su protesta: ¿¿Pero, no se puede hacer nada�??
Otro de los lados flacos de Roberto, menudo fĆsicamente pero de un alma inconmensurable: Era nĆŗmero puesto para venderle rifas y contribuciones de todo tipo y precio. Creo que jamĆ”s dijo que no.
Y entre tantas loterĆas y rifas, en una oportunidad obtuvo el premio mayor, un auto cero kilómetro. Estaba conmigo cuando se enteró. Lo felicitĆ© lo abracĆ© y cuando nos separamos, con la mirada desbordante de lĆ”grimas, entrecortadamente me dijo:
āDios⦠es bueno⦠conmigoā¦ā
Fue presidente del Club AtlĆ©tico Puerto Comercial, y recordando el frĆo que pasaban los jugadores y las promesas hechas durante la campaƱa de construcción de una nueva tribuna, en ejercicio cumplió todas las etapas estatutarias, para emplear el producido de la Rifa Sideral, que compartĆa nuestro club, con su par Estudiantes de OlavarrĆa y Santamarina de Tandil, para adecuar las instalaciones a las necesidades que los tiempos exigĆan.
Con muchas discusiones, enojos, negativas, asociados y simpatizantes a favor y en contra, por fin una asamblea extraordinaria convocada aprobó la construcción de la tribuna.
PodrĆ” decirse que pudo haberse llevado a la prĆ”ctica de otra manera, que la tribuna vieja tenĆa algo mĆ”s de vida Ćŗtil, y toda una historia detrĆ”s. Martellini, fiel a sus convicciones cumplió sus promesas y las instalaciones estĆ”n, no por capricho de don Roberto y si respetando todas y cada una de las disposiciones vigentes.
Sólo y nada mÔs que cumplir lo prometido, como no lo hicieron ni lo hacen los candidatos a cualquier nivel una vez ascendidos. Nuestra historia reciente y no tanto, estÔ llena de promesas de campañas que luego fueron olvidadas o incumplidas.
Hay una sola verdad. Se sucedieron las instancias de opinión a favor y en contra. Los que se oponĆan no entendieron o no supieron como fundamentar y fortalecer ese rechazo en el momento de la votación. Muchos de los que deseaban mantener la vieja tribuna y numerosos que estaban a favor, se desentendieron del problema y no acudieron a manifestar su parecer y su voto.
No hubo argumentaciones de tal fuerza como para detener el proyecto y hubo un convencimiento mayoritario que era el camino correcto:Ā āaprobado por una asamblea en la que no faltaron algunos curdasā, segĆŗn una frase muy poco feliz, de los que se oponĆan al proyecto oficial.
Roberto Martellini fue también delegado municipal y como en su negocio o en el club, las puertas de la delegación estaban siempre dispuestas para dar solución a los problemas de la localidad. Fue un muy buen delegado.
Pero lo que no se conoce, lo cuenta Ricardo āQuiqueā Vignoni, en las āHistorietas Comercialinasā, que compiló el periodista Ampelio Liberali: āLo quise mucho a Roberto. Era un tipo de gran corazón. Durante todo el tiempo que actuó como delegado municipal en White, trabajó sin cobrar un solo peso de sueldo. Cuando llegaba la plata me mandaba a comprar mercaderĆa para mandĆ”rsela a las familias mĆ”s pobres del Saladero o donde fuera necesario. Cuando iba al Saladero se la entregaba a la seƱora Moro, directora de la escuela, para que la hiciera llegar a quienes mĆ”s lo necesitaban Y lo mĆ”s importante es que nadie supo que Roberto lo hacĆa. Lo cuento ahora porque antes me lo prohibĆaā.
Al él se le debe le traslado del barrio Saladero a su emplazamiento cerca de la Avenida Dasso, también el nombre que adquirió ese pequeño grupo de casas, Doctor Carlos Achinelly, en homenaje al tan querido y recordado médico y comercialino de nuestro pueblo.
āDe Roberto Martellini ā escribió en otro capĆtulo del libro citado mĆ”s arriba, el guaitense, comercialino, periodista y amigo Ampelio Liberali āno se dijo todo, ni siquiera mucho. No obstante haber sido uno de los mĆ”s activos en ambas funciones: jugador y dirigente.
En la vieja y aƱorada canchita de Achinelly, donde los equipos que Ć©l integraba con Floreal RamĆrez, el Beto Troncoso y otros monstruitos de la cuadra (en aquel tiempo los barrios se dividĆan por cuadra), nos daban soberbias palizas futbolĆsticas por una sencilla razón: ellos tenĆan un cuadrazo. Nosotros los de Mascarello al 200, un cuadrito. Pero esa adolescente rivalidad deportiva terminaba, exactamente, cuando el reloj del cansancio marcaba el final del partido.
Por generación, Roberto fue uno de esos amigos inolvidables. Era un par de aƱos menor que yo, pero la diferencia no fue obstĆ”culo para jugar juntos y su personalidad, su afinidad y su simpatĆa personal lo acercaban a quienes fuimos sus amigos desde casi la infancia (ā¦)
Roberto Martellini llegó a primera (ā¦) Fue campeón tambiĆ©n. Y lució su estampa privilegiada, aĆŗn cuando su fĆsico, no exuberante, debĆa soportar la estudiada violencia de algĆŗn rival deshonesto e intencionado.
En la cancha no desmentĆa su alegrĆa permanente y su gracejo para la anĆ©cdota o la ocurrencia pintoresca. Su generosidad y su acendrado sentido de la amistad lo acompañó hasta los dĆas postreros de su vida, tan corta, pero rica en actitudes siempre positivas, estimulantes, optimistas.
Cuando ya las fuerzas fĆsicas comenzaron a traicionarlo, ejercitaba su espĆritu en una lucha implacable contra la adversidad que adivinaba, pero no lo resignaba (ā¦) Estaba en Buenos Aires cuando me tiraron la noticia. La muerte de un amigo siempre es dramĆ”tica. Ā«La de Roberto fue peorā.
Vemos que se rinden recuerdos a guaitenses destcados, nombrando plazas, calles u otros emprendimientos de nuestro querido Guaite.
ĀæHabrĆ”, alguna vez, una placa en su honor?.
ĀæUn recuerdo en la medida de su grandeza de gran tipo y amigo?
ĀæAlguien recordarĆ”, como corresponde, alguna vez a Roberto Martellini?
QuizĆ”s hoy sea uno de esos dĆas…
āCOMO DIRIGENTE DE COMERCIAL, A MI PAPĆ LO OLVIDARONā
Alcira Martellini, luce orgullosa su apellido, toda una institución en la localidad portuaria. Una de las tres hijas de Roberto, reforzó la teorĆa del olvido para alguien que dedicó no solo su tiempo, que fue mucho, porque su actividad laboral, se lo permitĆa, sino su capacidad y hombrĆa de bien para el Club Comercial que fue testigo de su infancia, adolescencia y adultez.
Alcira expresa que como vecino, como persona, como comerciante, se lo recuerda como merece. Todos tienen de su padre la imagen de un buen amigo, generoso sin lĆmites, comerciante desinteresado, comprometido con toda institución que tuviera que ver con el bien comĆŗn de la gente de su pueblo. Asegura, Alcira, que en cambio pasó al olvido como dirigente Comercialino.
Es un dirigente olvidado, resaltó Alcira sin el menor dejo de resentimiento en sus expresiones. Piensa que es indiscutible que la tribuna fue una obra de un vanguardista, mÔs allÔ de sus detractores. Nadie, afirma, se ha tomado el tiempo de reconocerlo, cuando es un gesto tan fÔcil. Cuenta, que planteó a varios integrantes de la comisión actual, incluido el presidente, hacerse cargo de realizar la placa y de colocarla sin necesidad de actos ni testigos ni erogación de dinero.
Sin embargo, no recibió respuesta. Hay quien ha argumentado que esta comisión pertenece a una nueva generación que no conocieron ni recuerdan dirigentes antiguos, viejos, si quieren. Alcira supone que en ese caso deben informarse, sobre quienes fueron, quienes los antecedieron y qué hicieron. EnfÔticamente dice que si hoy pueden estar en ese Club, trabajar, disfrutar del fútbol, es porque antes, antes otros lo hicieron y sin ningún interés personal.
Es necesario, sigue, reivindicar a esas figuras. Es de gente de bien recordar a quienes nos antecedieron, finaliza.
Nota: Gentileza Tino Diez.